Sevilla-Granada | La Crónica

El Sevilla se suelta en pleno debate (3-0)

Los jugadores del Sevilla se abrazan tras marcar.

Los jugadores del Sevilla se abrazan tras marcar. / Juan Carlos Vázquez

El Sevilla se soltó en su mejor momento de fútbol y resultados de la temporada, con su cuarto triunfo en cinco jornadas en las que ha sumado 13 puntos de 15 posibles y en las que ha convencido incluso a los más escépticos en pleno debate sobre la idoneidad de continuar o no con la era Quique Sánchez Flores, fomentado por los propios gestores del club más que por nadie.

Desde luego, si la decisión la tienen tomada ya y ésta es cortar por lo sano, lo de la agradable noche ante el Granada se presenta como de lo más inoportuno. Porque la afición disfrutó como nunca, el equipo tuvo una unión con la grada que no apareció jamás en toda la temporada y el entrenador madrileño salía claramente reforzado en este debate que ahora serán capaces de decir que se lo inventó la prensa. Y, no se olvide, está de nuevo el fantasma de una decisión al calor de una petición popular sin creer plenamente en ella. ¿Les suena? Lopetegui, Mendilibar... y sus desastrosas elecciones posteriores. Pues eso.

El equipo, pese a las bajas, el día que no estaba Isaac, jugó a lo que el sevillismo quiere. Combinó con velocidad y calidad, fue valiente y regaló a su gente tres golazos de bandera, cada uno con un registro distinto, que le daban la razón al entrenador cuando éste defendía que lo que necesitaban sus “chicos” era tranquilidad y soltarse de la tensión que los atenazaba, una presión que a menudo venía del exterior.

Lamela, la llave

Estaba la duda de cómo iba a recomponer Quique su esquema con las bajas que se le habían acumulado por dentro y la falta también de un jugador con pie que hiciera de enganche sin poder contar con Óliver Torres y Suso. Porque en esa ecuación, nadie, salvo quizá Víctor Orta, daba un duro por Hannibal. Y la solución fue un ligero retoque del dibujo, invertir la presencia arriba aprovechando la ausencia de Isaac con un solo punta y una pareja de extremos, Ocampos y Lamela, en la que el de Quilmes hacía la presión y el de Carapachey venía a recibir haciendo las veces de un enganche de delante hacia atrás.

Y el Sevilla se empezó a sentir cómodo en el arranque. Como liberado haciendo bueno el augurio de Quique en eso de que sin la angustia de cumplir el objetivo, el equipo podía soltarse y hacer salir un fútbol más fluido, el arranque animó a una afición que disfrutaba de una agradable noche en el Sánchez-Pizjuán.

Más redondo parecía todo cuando en una de esas combinaciones lograba Acuña el 1-0. Fue una acción de manual, de la que el entrenador podrá ponérsela en vídeo a los suyos como ejemplo de lo que son capaces de hacer. Una gran jugada en la que era clave el pase vertical de Agoumé a Lamela para romper líneas y en la que el Sevilla finalizaba como firmaría cualquier entrenador que apuesta por el esquema de los dos carrileros. Centraba el derecho y remataba el izquierdo en el segundo palo. La pausa de Ocampos también sumó lo suyo y el suave golpeo de Jesús Navas llevaba música y un remite de gol en la cabeza de Acuña.

En-Nesyri celebra por detrás de la portería el 2-0 ante el Granada. En-Nesyri celebra por detrás de la portería el 2-0 ante el Granada.

En-Nesyri celebra por detrás de la portería el 2-0 ante el Granada. / Juan Carlos Vázquez

Habían pasado sólo once minutos de juego y el Sevilla hasta entonces no había visto peligrar la integridad de su defensa.

Pero una relajación excesiva le daba cierta vidilla al Granada, que empezaba a soltarse, primero por fuera con llegadas de Pellistri y Jozwiak en superioridad numérica sobre Jesús Navas y Acuña y luego por dentro aprovechando ciertos desequilibrios.

Primero fue una pérdida de Nyland por el centro, luego otra de Ocampos que generó un contraataque y más tarde en una entrada del extremo polaco que acabaría con el balón en la portería, pero que no subiría al marcador por dos infracciones, un fuera de juego y la salida del balón del terreno de juego.

Y es que el Sevilla no acababa el primer tiempo cómodo. En ese 3-4-3 le faltaba una pieza para dominar el eje. Y así, aún llegaría un susto más en otra pérdida en la que, con los pivotes superados, una salida precipitada de Sergio Ramos provocó el desequilibrio.

Pero el melón de la segunda mitad se abrió con otra buena noticia para los de Quique, que interpretaron a los seis minutos de la reanudación su especialidad. Un contraataque tras un robo de Soumaré en dos pases se convertía en un tres contra dos en el borde del área granadinista. Lamela, En-Nesyri y Ocampos se asociaron con generosidad y excelente sentido futbolístico para que el de Fez marcara a placer, empujando el balón en el fondo de la portería con el peso añadido del rugido del Sánchez-Pizjuán.

El segundo tanto era la pieza mágica para espantar cualquier atisbo de intranquilidad y a partir de ese 2-0 el Granada ya no existió. Apareció un Sevilla vertical, agresivo y decidido que iba a encandilar en cada acción de ataque a la grada, que anhelaba una noche así de plácida.

La obra maestra de Lukébakio

Los futbolistas se gustaban, Soumaré y Agoumé brillaban como una pareja resolutiva en el robo y efectiva en el pase y los carriles funcionaban desarbolando a un Granada que no tenía opciones. Batalla le sacaba a Ocampos el tercer tanto en un remate en el que el argentino no dirigió bien su cabezazo, aunque la guinda la ponía un jugador tan frío como elegante como Lukébakio, que se sacaba la esquina de su más que discreto derbi con un golazo que ponía a Nervión boca abajo. El belga la pisaba en el área, amagaba hacia un lado y hacia otro y la clavaba en la escuadra.

El sevillismo disfrutaba como nunca en la presente campaña y Quique Sánchez Flores, que le daba unos minutillos a Hannibal y a Véliz quizá como un envenenado recadito a Víctor Orta, se iba a felicitar a los suyos en la intimidad del vestuario con una sonrisita con muchas lecturas. Y es que, por una vez, es para sonreír.

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