Sevilla-Granada | La previa

Un final de cada loco con su tema

Quique mira hacia atrás acompañado de En-Nesyri.

Quique mira hacia atrás acompañado de En-Nesyri. / Juan Carlos Vázquez

Es triste que ni en las duras se unan los intereses individuales en uno general, y si es así en épocas de vacas flacas, ¿qué suerte de cuchilladas no esperan en cuanto la situación salga a flote?

El Sevilla está salvado tras el segundo año de ridículo competitivo por culpa de decisiones de forofos de palco. Prácticamente sí, pero en el día en que el notario puede dar fe con su firma de ello el gran artífice de que los inmuebles estén a salvo de embargos y ejecuciones judiciales ya tiene la soga preparada para morir en el patíbulo. Una muestra de en lo que se ha convertido una sociedad en la que prima, desde el máximo escalafón hasta el último, el servirse a sí mismo antes que el interés general.

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El mandamiento es salvar el culo propio a costa del de los demás, llámese como se llame. Con unos números de competición europea con una plantilla rota y sin poder hablar de equipo, que Quique Sánchez Flores no pueda decir pese a tener contrato firmado que va a ser el entrenador del año que viene no hay por dónde cogerlo. Pensando mal, esa ineludible ley que en la vida casi garantiza un acierto seguro, parece que quisieran provocar incluso una renuncia, que siempre es bueno ahorrarse unos cuartos y ya ha habido varios casos durante la temporada: Fernando, Rakitic o hasta los despidos de Fernando Navarro y Emilio de Dios.

Triste que el día en que la afición se va a llevar el respiro que persigue todo el año cada cual esté buscando arrimar el ascua a su sardina. Pero claro, el entrenador tampoco se chupa el dedo.

Por eso –y muy bien que hace porque entre otras cosas es su obligación– antes que aprovechar estos partidos de la basura para dar minutos a los que le digan desde arriba, lo que Quique busca es dejar al Sevilla lo más arriba posible en la tabla clasificatoria. Y si es por encima de ese décimo puesto que han filtrado interesadamente que figura en su contrato para abaratar su despido, muchísimo mejor.

Le corresponderá una cifra más alta en la penalización económica en caso de rescisión unilateral si los gestores del club deciden dar un volantazo más al proyecto a costa de una economía que así va... Que casi es mejor no recordarlo. Con pedir otro crédito, que ya veremos cómo y en cuántos años se paga, listo.

Han dicho los dirigentes todo el año que el final de campaña era el momento de ajustar cuentas. Pues bien, empieza a llegar ese momento y no es para que se vayan de rositas tras flirtear dos campañas consecutivas con el descenso teniendo el cuarto mayor presupuesto de la Liga.

En el Sánchez-Pizjuán se ha pitado al palco y se ha pedido la dimisión del consejo de administración en cada comparecencia del equipo. Pues ahora es cuando todo tiene justificación, ahora que la temporada está salvada.

En el mejor momento de la temporada, tras ganar tres partidos seguidos por primera vez en un año y volver a salir indemne de un derbi en clara posición de desventaja, el Sevilla puede lograr matemáticamente lo que ya tiene de forma virtual desde hace dos jornadas: la permanencia. Obsérvese que no se trata de la Champions, lo que no hace mucho perderla se consideraba un fracaso.

Una verdadera pena, una muestra de lo que se ha convertido esto. Un galimatías en el que ni todos van en el mismo barco y en el que ninguno está seguro de las decisiones que toma. El entrenador ya sabe lo que hay y ha avisado: “Ojo que se habla mucho de la decisión que tome el club y nada de lo que decida yo”, vino a decir en la rueda de prensa de este partido en el que, por cierto, se mide al Granada, un rival que puede perder la categoría en la misma noche en el que en Nervión se salven. Pues ni por esas aprenden la lección...

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